sábado, 18 de mayo de 2013

capitulo 3:la fogata


Mi madre me llama para cenar, me fijo que aún sujeto el arco y las flechas que hice en el bosque, dejo el arco, busco hasta encontrar un bolsito al que le corto la parde de arriba para que me sirva como carcaj donde guardo las flechas y bajo con el resto de mi familia, aparte de mi madre están sentados alrededor de la mesa mi padre y mis dos primos Jenna de veinte y Benjamín de siete, le doy un abrazo a cada uno y le digo a mi madre que esta noche iré a la pradera. Cenamos en silencio aunque apenas pruebo bocado pensando en Daniel, Gale y Katniss, Gale y Katniss pueden arreglárselas a duras penas pero ¿y Daniel? No creo que salga a cazar, no tiene tanto valor y con sus dos hermanas menores…en un momento me levanto de mi asiento, saco algo de comida la guardo en una cesta y salgo a la calle, recorro las sucias calles del distrito hasta llegar a la casa de Daniel, toco su puerta y después de unos segundos la puerta se abre y aparece mi amigo.
-te traje algo-susurro con la cabeza gacha mientras le entrego la cesta, él la acepta de mala gana.
-deberías preocuparte por ti, pero gracias ¿no te gustaría quedarte?
-me gustaría, pero mis padres solo saben que salí de la casa, ahora deben preguntarse en donde estoy metida.
-está bien, nos vemos esta tarde.
-nos vemos.
Me giro y vuelvo sobre mis pasos hasta mi casa, no hago mucho caso de mi familia, saco algo de carne de ternera y la empiezo a cocinarla, nunca he sido una muy buena cocinera pero algo se puede hacer, cuando termino miro la carne un poco frustrada, no es lo más sabroso pero hay suficiente para los cinco y sabe mejor que la carne de serpiente, una vez en un campamento tuve que probarla, admito que no sabe tan mal, vuelvo a sacar una cesta y guardo la carne en ella junto con un termo lleno de té y cinco vasos, me quedo un rato en mi habitación tirada sobre la cama hasta que el reloj de pared da las diez menos quince, entonces me cuelgo el carcaj, recojo la cesta, sujeto el arco y me encamino hasta la alambrada, al llegar están ahí Daniel, Madge y Gale, solo falta Katniss. Después de un tiempo llega nuestra amiga.
-lo siento, no podía convencer a Prim de que estaría bien, esta algo nerviosa con el tema de los juegos-nos dice
-no te preocupes, ahora vamos al bosque.
-con que al fin decidiste crear tu propio arco-me responde-, aunque nunca me dejaste darte uno de los que tengo guardados.
-es que no me gusta que la gente me regale cosas, menos mis mejores amigas.
-ya basta de hablar y vamos al bosque antes de que nos encuentren los agentes de la paz-me dice Daniel mientras me pasa un brazo sobre los hombros
-vale-respondo y le sonrío, todos pasamos por un agujero debajo de la alambrada, primero Katniss, Gale, Madge, Daniel y por último yo, nos adentramos en el bosque unos 30 metros y empiezo a recolectar madera para una fogata, Daniel se acerca y le prende fuego a las ramas usando solo un par de piedras.
-tienes que enseñarme a hacer eso.
Madge me entrega unos platos, tenedores y cuchillos que trajo y yo sirvo la carne, comemos, charlamos, nos burlamos de la gente del Capitolio, lo pasamos muy bien hasta que sale el tema de la cosecha.
-ya basta de tonterías-empieza Gale-¿Qué haremos si uno sale elegido mañana?
-lo posible por mantener a su familia mientras esté en la arena y en caso de que no gane… nos encargaremos de ayudarlos a superar el dolor y a vivir-contesta Daniel, yo miro a Madge por unos segundos, tal vez voy a morir, tal vez no sirva de mucho pero no me voy a acobardar.
-hey chicas, vuelvan
-lo siento, estaba pensando
-tú siempre estas pensando Lena
-Ay cállate Daniel
Nos quedamos sentados hasta que Madge se le ocurre la idea de que contemos historias, ella empieza, la mayoría son de antes de Panem y cosas así, me siento en el piso y sin darme cuenta apoyo la espalda en las piernas de alguien, Daniel, mi amigo me sonríe y vuelve a estar absorto en la historia, cuando falta poco para el amanecer volvemos a nuestras casas, al llegar me doy una ducha, me pongo un vestido blanco de manga larga que me llega por encima de las rodillas y ato mi diario a mis muslos, me percato en un viejo espejo que no se puede ver el pequeño cuaderno y me siento a esperar que den las dos.

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